Crónica de un sábado anunciado

Había prometido no salir.
Las defensas venían en carreta desde Villa de Soto, Gral. Levalle, quién sabe de dónde, pero de lejos.
Mi resfrío se encontraba sólo como sachet de leche vencido, en una heladera de súper.
El sistema inmune olvidado en algún recuerdo inútil.
También el principio de mes sin un mango, aconsejaba continuar en el reparo de mi rancho.
Todos indicios para quedar abrazada a la bolsita de agua caliente,seguir leyendo a Peter Brook o sacar algún punto nuevo con la aguja número 4 de crochet (con esas revistas nuevas que te dicen: bajá la vista, si eso que ves son manos...tomas la lana y haces un rulo por el que pasa el hilo bordeando el dedo meñique...Es decir para tejedoras avanzadas, no para cualquiera...)
Momento oportuno de instrospección, cuando la nadería hastía.

YA FUERA DE CASA
Un supuesto cantante de la fiesta se acercó y me dijo algo al oído. Muy suelta de cuerpo le dije: "no se escucha nada".
Y el dijo (micrófono mediante): "que esta noche quiero tener sexo con vos".
EN CASA
Advertí que había dormido con la luz encendida, de un salto me levanté y la apagué, bajé la calefacción, cerré el libro que sobrevive a mis insonmios, en un giro de frazadas volaron los anteojos, estiré la espalda, sólo un poquito, estoicamente puse la alarma del despertador a las 12 del mediodía y seguí reconfortada, entre sueños...